Era como la
1 de la mañana cuando se dio cuenta, estaba a punto de cumplir los 40 años,
pero no aún, se negaba a reconocerlo, sin embargo, tenía a los eternos amigos
al otro lado del chat, como siempre a estas horas de la madrugada, a los que el
cuarto piso ya había alcanzado, o no sabía, o no le importaba.
Sonaba
en la música éxitos de al menos hace 10 años. ¿Le importaba? No, no mucho, o
eso aparentaba al menos, aunque sí pesaban los años, no era como que hicieran
la diferencia, seguían haciendo lo de siempre; jugando videojuegos, viendo
anime, y viendo si alguien respondía los chistes estúpidos y sin tacto que
siempre lanzaban.
¿En
algún momento me había planteado la pregunta… qué estoy haciendo? Para ser
rápidamente respondida por “Snake”, “viví y moriré jugando, y que eso pongan en
mi tumba”. D. había dicho esto hace algunos años y más bien parecía
que alguien más había tomado este dicho para sí.
¿Qué
quedaba?
Realmente,
no había mucho lugar para preguntárselo, maldita sea, es el maldito cuarto
piso, ¿qué esperaba? Nada, nada en absoluto, seguía pareciendo un adolescente
en el espejo, como si el tiempo no perdonara ni olvidara lo que había
acontecido en esos tiernos y tormentosos años de adolescencia. ¿Por qué me
llueve tanto? Maldito imbécil, será porque mentiste a los 17 años. (Referencia
a Travis, búsquenle mamones)
Así que
ahí, con una mano en el teclado, con media audiencia valiéndole verga, fue que
decidió, sin más inspiración que Philip K Dick., George Martin y Tolkien,
escribir lo que se le venía a la cabeza mientras escuchaba a The Chemical
Brothers, KoRn, Y Metallica.
No
era el momento de escribir otra pieza icónica como Ready Player One, digo, ¿Qué
escribiría? Alguna remembranza de los 90’s, los malditamente fachosos y
desfigurados 90’s. Con esos pantalones rectos, rotos, vestimenta
primordialmente negra sin meterse con los góticos y los darketos, que
honestamente muuuuuuuuchos teníamos el temor de confundir, con esa música
vibrante llamada Nu Metal, viniendo de un rezago auspiciado por Metallica y lo
que quedaba de ellos después de la partida de Cliff. Todos te extrañan Cliff. Y
al ritmo de One, es que escribo esto.
Corría el
año de 2001, a duras penas logré acreditar el segundo, ‘¿o tercero? De
preparatoria, nada excepcional, mis padres decidieron (erróneamente)
inscribirme en la escuela un año antes, así que inicié mi escuela a los tiernos
5 años. Para cuando me di cuenta había ya reprobado y repetido y emparejado un
año en la preparatoria, y no estaba solo, así que, manos a la obra… ¿qué
procedió? El DESMADRE.
No hay
mucho qué decir de esa etapa, rompí mi regla de tener novia en la escuela y me
volví el chico más popular, por mérito propio, era una mariposa y me veías
posarme en cualquier lugar donde se me necesitara.
Fuera
de esto, se corría el rumor, infundado y en parte justificado, que me había
suicidado.
Fama.
Gloria.
Reconocimiento.
¿Verdad?
No.
En lo
absoluto.
Siempre he
sido muy, cobarde al respecto. Nunca me atreví a tanto.
Ni lo
haría.
A pesar de
la insistencia hoy en día, de que debería hacerlo.
No, eran
otros tiempos.
¿Por qué
tanta remembranza?
Bueno,
ninguna razón en especial, en aquellos días sentía que podía conquistar el
mundo, y saben, tal vez hubiera podido lograrlo, pero no, el simple hecho de
sentirlo y saberlo y pensarlo y desearlo e imaginarlo era suficiente.
¿Anhelo
pendejo adolescente? Tal vez.
Siempre me
sorprendió la facilidad con la que la música de la época hacía eco en mí, en
mis entrañas, en mis interiores, en mi debilidad, en mi vulnerabilidad. Como si
algo supiera dentro de mí que yo conscientemente desconocía. Algo que sentía
pero que no conocería hasta hoy en día. Maldita e inexplicable remembranza
anticipada.
Lo admiré,
reconocí y alabé tanto como pude, sin saber que hoy, casi 30 años después,
incluso viéndome (no tan) joven como en esos ayeres, me pregunto, si algo nos
faltó, si algo nos quedaron debiendo, si algo no nos quisieron deber, a esa
generación que TANTO y TAN visiblemente lloraba, deseaba y anhelaba por… un
abrazo, no curativo sino simpatético. Algo que nos hiciera saber que… estaba
todo de la verga, pero que era normal. Que era de esperarse, y que… de alguna
manera… no iba a mejorar. Y que siempre iba a estar así. DE LA VERGA.
Porque
nunca buscamos algún curita, algún apapacho ni alguna esperanza. Sabíamos que
todo estaba de la verga, y honestamente, siempre lo ha estado, y está bien.
Es
generacional.
Es
aspiracional.
Es
destructivo.
Autodestructivo.
Deconstructivo.
Progresivo.
Y está
bien.
Y nunca
hubo nadie que nos dijera que estaba bien ni que iba todo a estar bien, o que
al menos, estaba bien estar así. MAL.
Lo
descubrimos, de malas, de mala gana, empolvados, llenos de lodo y malos modos,
adolescentemente a los 40 años autodestructivamente, mal, pero bien, como debe
ser.
Y estaba
bien.
Está
bien.
Es bueno.
Y no.
No lo está.
Y nunca lo
ha estado.
Y es por
eso que en lugar de un himno es un grito desgarrador con cara de indiferencia y
apariencia de desgracia.
De nada.
Nos lo
deben.
Luego se
cobran.
Porque
generacionalmente tuvimos una herida, una ampolla, pus y herida que nadie quiso
tener, una en el pie cuando no quedaba el zapato, cuando la ropa nos lastimaba,
cuando era incomodo, pero se tenía qué hacer.
Ese soy yo.
Esos éramos
nosotros.
Esos
quedamos hoy.
Incómodos.
Inquietos.
Siempre
jóvenes.
Siempre
eternos.
Y no hay
más qué decir.
Son casi
las 3 de la mañana, y estoy viendo cómo las estrellas se apagan en el
firmamento, porque a pesar de eso, seremos los últimos que veremos eso, las
estrellas y leyendas caer, desvanecerse y perderse en el firmamento.
Y nunca
olviden esta lección, chicos y chicas.
Yo estaba
en onda, pero la onda cambió y la onda de hoy ya no es onda.
Y te va.
A.
Pasar.
A.
Ti.
Se despide
de ustedes, el siempre vigilante de la noche y el firmamento.
D.
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