miércoles, 6 de agosto de 2025

Lo que queda hoy.

Era como la 1 de la mañana cuando se dio cuenta, estaba a punto de cumplir los 40 años, pero no aún, se negaba a reconocerlo, sin embargo, tenía a los eternos amigos al otro lado del chat, como siempre a estas horas de la madrugada, a los que el cuarto piso ya había alcanzado, o no sabía, o no le importaba.

 Sonaba en la música éxitos de al menos hace 10 años. ¿Le importaba? No, no mucho, o eso aparentaba al menos, aunque sí pesaban los años, no era como que hicieran la diferencia, seguían haciendo lo de siempre; jugando videojuegos, viendo anime, y viendo si alguien respondía los chistes estúpidos y sin tacto que siempre lanzaban.

 ¿En algún momento me había planteado la pregunta… qué estoy haciendo? Para ser rápidamente respondida por “Snake”, “viví y moriré jugando, y que eso pongan en mi tumba”.  D. había dicho esto hace algunos años y más bien parecía que alguien más había tomado este dicho para sí.

¿Qué quedaba?

 Realmente, no había mucho lugar para preguntárselo, maldita sea, es el maldito cuarto piso, ¿qué esperaba? Nada, nada en absoluto, seguía pareciendo un adolescente en el espejo, como si el tiempo no perdonara ni olvidara lo que había acontecido en esos tiernos y tormentosos años de adolescencia. ¿Por qué me llueve tanto? Maldito imbécil, será porque mentiste a los 17 años. (Referencia a Travis, búsquenle mamones)

Así que ahí, con una mano en el teclado, con media audiencia valiéndole verga, fue que decidió, sin más inspiración que Philip K Dick., George Martin y Tolkien, escribir lo que se le venía a la cabeza mientras escuchaba a The Chemical Brothers, KoRn, Y Metallica.

 No era el momento de escribir otra pieza icónica como Ready Player One, digo, ¿Qué escribiría? Alguna remembranza de los 90’s, los malditamente fachosos y desfigurados 90’s. Con esos pantalones rectos, rotos, vestimenta primordialmente negra sin meterse con los góticos y los darketos, que honestamente muuuuuuuuchos teníamos el temor de confundir, con esa música vibrante llamada Nu Metal, viniendo de un rezago auspiciado por Metallica y lo que quedaba de ellos después de la partida de Cliff. Todos te extrañan Cliff. Y al ritmo de One, es que escribo esto.

Corría el año de 2001, a duras penas logré acreditar el segundo, ‘¿o tercero? De preparatoria, nada excepcional, mis padres decidieron (erróneamente) inscribirme en la escuela un año antes, así que inicié mi escuela a los tiernos 5 años. Para cuando me di cuenta había ya reprobado y repetido y emparejado un año en la preparatoria, y no estaba solo, así que, manos a la obra… ¿qué procedió? El DESMADRE.

No hay mucho qué decir de esa etapa, rompí mi regla de tener novia en la escuela y me volví el chico más popular, por mérito propio, era una mariposa y me veías posarme en cualquier lugar donde se me necesitara.

 Fuera de esto, se corría el rumor, infundado y en parte justificado, que me había suicidado.

Fama.

Gloria.

Reconocimiento.

¿Verdad?

No.

En lo absoluto.

Siempre he sido muy, cobarde al respecto. Nunca me atreví a tanto.

Ni lo haría.

A pesar de la insistencia hoy en día, de que debería hacerlo.

No, eran otros tiempos.

¿Por qué tanta remembranza?

Bueno, ninguna razón en especial, en aquellos días sentía que podía conquistar el mundo, y saben, tal vez hubiera podido lograrlo, pero no, el simple hecho de sentirlo y saberlo y pensarlo y desearlo e imaginarlo era suficiente.

¿Anhelo pendejo adolescente? Tal vez.

Siempre me sorprendió la facilidad con la que la música de la época hacía eco en mí, en mis entrañas, en mis interiores, en mi debilidad, en mi vulnerabilidad. Como si algo supiera dentro de mí que yo conscientemente desconocía. Algo que sentía pero que no conocería hasta hoy en día. Maldita e inexplicable remembranza anticipada.

Lo admiré, reconocí y alabé tanto como pude, sin saber que hoy, casi 30 años después, incluso viéndome (no tan) joven como en esos ayeres, me pregunto, si algo nos faltó, si algo nos quedaron debiendo, si algo no nos quisieron deber, a esa generación que TANTO y TAN visiblemente lloraba, deseaba y anhelaba por… un abrazo, no curativo sino simpatético. Algo que nos hiciera saber que… estaba todo de la verga, pero que era normal. Que era de esperarse, y que… de alguna manera… no iba a mejorar. Y que siempre iba a estar así. DE LA VERGA.

Porque nunca buscamos algún curita, algún apapacho ni alguna esperanza. Sabíamos que todo estaba de la verga, y honestamente, siempre lo ha estado, y está bien.

Es generacional.

Es aspiracional.

Es destructivo.

Autodestructivo.

Deconstructivo.

Progresivo.

Y está bien.

Y nunca hubo nadie que nos dijera que estaba bien ni que iba todo a estar bien, o que al menos, estaba bien estar así. MAL.

 Lo descubrimos, de malas, de mala gana, empolvados, llenos de lodo y malos modos, adolescentemente a los 40 años autodestructivamente, mal, pero bien, como debe ser.

Y estaba bien.

 Está bien.

Es bueno.

Y no.

No lo está.

Y nunca lo ha estado.

Y es por eso que en lugar de un himno es un grito desgarrador con cara de indiferencia y apariencia de desgracia.

De nada.

Nos lo deben.

Luego se cobran.

Porque generacionalmente tuvimos una herida, una ampolla, pus y herida que nadie quiso tener, una en el pie cuando no quedaba el zapato, cuando la ropa nos lastimaba, cuando era incomodo, pero se tenía qué hacer.

Ese soy yo.

Esos éramos nosotros.

Esos quedamos hoy.

Incómodos.

Inquietos.

Siempre jóvenes.

Siempre eternos.

Y no hay más qué decir.

Son casi las 3 de la mañana, y estoy viendo cómo las estrellas se apagan en el firmamento, porque a pesar de eso, seremos los últimos que veremos eso, las estrellas y leyendas caer, desvanecerse y perderse en el firmamento.

Y nunca olviden esta lección, chicos y chicas.

Yo estaba en onda, pero la onda cambió y la onda de hoy ya no es onda.

Y te va.

A.

Pasar.

A.

Ti.

Se despide de ustedes, el siempre vigilante de la noche y el firmamento.

D.